18 de marzo de 2011

alimentos sanadores




“Tengo seis, siete, nueve años. Estoy disfrutando de una maravillosa gripe. El placer de los innumerables beneficios secundarios supera con creces las molestias de la fiebre o la tos. A los chicos no se nos permite andar levantados si hemos tenido unas décimas de fiebre. En cambio me dejan quedarme todo el día en la cama grande, la de mamá y papá.”

Con este fragmento arranca la columna literaria de Ana María Shua, para la revista

El Gourmet de marzo, a mi me toco acompañarla con una ilustración.


Imágenes de otra época, por algunas descubro que el texto pasea por los años 50. Encaja casi a mi medida cuando me llega un trabajo en donde está la excusa de los muebles y la nostalgia. Adoro tener que googlear fotos de camas, mesas con rueditas para la tele, recordar la que teníamos en casa y en ese mismo momento preguntarme en donde esta ¿A dónde fue a parar esa mesita?

Por suerte siempre hay a mano, alguna vieja amiga memoriosa que me desasna.


El texto dispara, se mezclan algunas cosas vividas y otras que no. Se abren caminos, llamo a mi vieja para preguntarle como era las galletas Canale, ella me cuenta. Y recordamos juntas la mesita para comer en la cama…una casi igualita a la que dibuje…y ella me cuenta…diálogos, recuerdos, emociones, mundos, comidas, compotas y mermeladas de membrillo. Claro…que como no me acuerdo de esas galletas, pero si Vivi!...como no. Nunca logre convencerla de que jamás vi una galleta Canale en mi vida.


Igual queda un bache entre la dos generaciones, la de mi madre y la mía, asique necesito a alguien mas! Por esas cosas que tienen los días, me llama al teléfono una arroyadora colega y ahí…más caminos se abren, me describe por teléfono y casi que la veo como dibujando con el dedo la forma de la galletita en cuestión, para colmo ella sabe muy bien sobre las revistas mexicanas que menciona el texto, alegría plena de compartir y dar con la persona indicada! El Google ayuda pero por suerte no recuerda.


Solo uno, de los tantos momentos que aparecen al trabajar ciertos textos. Cuando llego a definir la imagen, mi cabeza y mi cuerpo fueron tierra de batallas de emociones. Luego me convierto en un gran colador…donde pasan miles de imágenes posibles, elijo una para contar en donde el texto siga paseando y descanse.