No hubo caso, Raúl renunció y decidió desde ese momento ser amigo de todos los niños y niñas. Ya se imaginaba jugando y divirtiéndose con ellos, todos muy felices. Y tan contento se puso que ahí no más se fue a un colegio que estaba cerca.
Al parecer las cosas iban a ser más difíciles de lo que parecían. Después de mucho pensarlo, a Raúl se le ocurrió una idea: Iba a disfrazarse de niño. Para eso se corto un poco el pelo, se peinó con gomina y limó sus terribles garras. Se puso un guardapolvo, pantalones y también zapatillas.